lunes, 6 de enero de 2014

Tandil como sinónimo de calidad de vida


La vida en la Ciudad de las Sierras
Tandil como sinónimo de calidad de vida
“La ciudad de Tandil se encuentra ubicada a 360 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Luego de 4 horas de viaje en auto se abre la propuesta de este lugar soñado. Una mezcla de actividades para el descanso y la descarga de adrenalina en turismo aventura. Acompañada por una filosofía de calidad de vida. Naturaleza, aventura, cultura, circuitos aeróbicos, actividades en el lago, gastronomía. Un lugar bendecido por el turismo religioso.” 
*Por Leonardo Celano
Elegimos salir bien temprano de Buenos Aires. Los kilómetros de autopista que hay hasta la localidad de San Miguel de Monte ayudan a alejarnos de la gran urbe. Ya en la Ruta Nacional 3 el paisaje nos conecta con la vida de campo y de estancias. El cruce del Río Salado nos lleva a una mención histórica. Fue por mucho tiempo el límite natural entre la ciudad colonial y las tierras del desierto, como fueron llamadas. La historia de Tandil demuestra lo contrario. Allí había gente, y mucha.




La ruta con pocas curvas nos conduce a ese horizonte que cambia la fisonomía de estas pampas. El sistema serrano de Tandilia se manifiesta siendo uno de sus cerros, de los más altos con esa antigüedad. No son como se cree los más viejos del mundo. Son de los más viejos y sí, de los de Argentina. Razón suficiente para sentir el cambio de aire que se percibe ya en la entrada de la ciudad.

 

Luego de pasar por la Dirección de Turismo y recabar los datos necesarios para nuestra estadía, nos dirigimos a la primera recomendación. Es hora del almuerzo y nos espera una esquina con historia: Época de Quesos. Esta casa sin ochava, declarada Monumento Histórico por la Municipalidad de Tandil, fue durante el siglo XIX la posta de carretas del centro. La picada de salames y quesos dan cuenta de la fama que tienen los embutidos de la ciudad. Un vino tinto patero acompaña la bienvenida a nuestra estadía. La historia del lugar esta recreada en cada rincón. Las diligencias que se dirigían hacia el Fuerte Independencia encontraban cobijo en este pago. Los viajes que duraban hasta cuatro meses desde Buenos Aires requerían de estos lugares para descanso y recreación.

El camino hacia el hotel esta enmarcado por varios de los atractivos principales. Pasamos por la Plaza Independencia, el Palacio Municipal, la entrada al Parque Independencia que nos recibe con la portada obsequio de la colectividad italiana. El mirador natural posee en lo alto de sus 287 metros sobre el nivel del mar un castillo Morisco. Gracias al regalo de la colectividad española la ciudad conserva uno de sus símbolos. Con esta postal de la zona nos interiorizamos sobre sus particularidades. El nombre de Tandil existe mucho antes de la fundación. Si bien no hay acuerdos, la mayoría de los investigadores coinciden en que es una deformación de vocablos indígenas. Piedra que late o piedra al caer. Haciendo referencia a la piedra Madre. La Movediza que perdió su equilibrio en 1912. (Hoy existe una réplica en el lugar que puede ser visitada)

Si de horizonte hablamos, el hotel Amaike Golf and Spa, nos brinda una de las mejores vistas. Sobre la ladera de una de las Sierras de las Ánimas, el establecimiento es el apropiado para el descanso y el contacto con la naturaleza. La hora del mate es la adecuada para relajarnos en el parque y disfrutar de la pileta exterior. La piscina interior de agua cálida ofrece una vista privilegiada junto al solarium. La lectura de la tarde se ve interrumpida por la caída del sol. La hora mágica nos envuelve para llevarnos a un estado de contemplación. El Cerro Venado es el último testigo del atardecer. Ya listos para la cena, hacemos un paso por la cava del hotel para el aperitivo.

Uno de los paseos que programamos es la visita a la Reserva Natural Sierra del Tigre. No sin antes efectuar el desayuno en las terrazas del hotel, luego de una caminata matinal por sus jardines. La Reserva se encuentra a 6 kilómetros de la ciudad. Nosotros nos dirigimos hacia el cerro donde el sol se esconde. En esta zona los pumas transcurrían sus días. Hoy se dejan ver algunos ejemplares en un reducto cercado del paseo. Sin dudas que el principal atractivo es el contacto con el horizonte. Las vistas que se obtienen en el recorrido certifican la importancia de conservar el lugar.

De regreso al hotel nos sorprende un frente de tormenta. El día se transforma en noche. Desde los ventanales de la sala de lectura presenciamos la fuerza de una tormenta eléctrica. Todo ese horizonte al que nuestra vista no alcanza a ponerle un límite, es recorrido e iluminado por las descargas eléctricas en segundos. Como un rayo caigo en la cuenta de lo ínfimo que somos frente a la naturaleza. Es tiempo de respetarla y agradecer su ofrenda. Como cuenta la leyenda de Amaiké, una joven india considerada sagrada y apresada por los soldados del fuerte. Era observada desde lo alto por su joven amado que aún hoy la espera, convertido en la piedra de El Centinela. La naturaleza esta ahí, observándonos, accionando y esperando.

El recorrido por Tandil continúa y nos ofrece más opciones. El habitante del lugar disfruta de su entorno así como el turista. Circuitos aeróbicos, actividades en el Lago del Fuerte, el Balneario Municipal con muy buenas instalaciones, y más. Antes de seguir hacemos un alto en uno de los emblemas de la ciudad: El Monte Calvario. La meca del turismo religioso por estos pagos. Una mención que merece un capítulo exclusivo. 

Fuente datos referenciales: Néstor Dipaola, “La Ciudad de las Sierras”, Ediciones del Chapaleofú, sexta edición, Tandil 2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario