martes, 5 de junio de 2012

Teatro El Picadero.

Teatros argentinos.Cada Teatro es parte de la identidad cultural de los pueblos. La posibilidad de expresarse de sus artistas. La conjunción perfecta de todas las artes en su arquitectura, decoración, diseño. En sus obras, festivales, musicales. El teatro es magia. Es importante para el habitante del lugar como para el visitante, que no solo aprecia su valor histórico-cultural. Conservar, identificar y valorar cada sala teatral es parte de nuestra tarea como legado ( Leonardo Celano). " El teatro sigue siendo el arte más completo en materia de comunicación. Un ser humano frente a otro ser humano y a partir de allí, la magia." (Rita Terranova).

Pasaje Discépolo 1857, Buenos Aires.
TEATRO EL PICADERO.
" Siendo parte original del edificio de 1926 que albergó a la fábrica Amerivan Bosch, el Teatro Picadero surgió como espacio teatral a partir de 1980, con el estreno de Los Siete Locos con dirección de Rubens Correa. En agosto de 1981 se convirtió en la sede de Teatro Abierto, pero pocos días fue destruido por un atentado que provocó un incendio, preservando únicamente su fachada, a la vez que se convertía en un ícono de la memoria a la cultura de la resistencia. La reapertura del Teatro Picadero en 2012 es celebrada como un evento que da continuidad al valor de la cultura y su razón de ser en nuestra sociedad. ”

La fachada antigua y con ladrillos a la vista, ubicada en un insólito pasaje silencioso y con árboles, en medio del bullicio de Callao y Corrientes, es el símbolo de lo que puede hacer el arte para combatir la censura. En el Teatro El Picadero surgió Teatro Abierto, aquel movimiento de artistas que comenzó un 28 de julio de 1981 para demostrar que existían autores argentinos que se resistían a la descalificación de las salas oficiales. Pero el gesto revolucionario duró apenas una semana, porque el 6 de agosto a la noche El Picadero se volvió cenizas y escombros, por una bomba que detonó la dictadura militar. Como les pasó a muchos espacios culturales, esta sala, ubicada en el pasaje Santos Discépolo 1857, vivió en sus muros los problemas del país: le llegó el abandono, la desidia y un intento de reapertura en 2001, que sólo trajo deudas y una actividad fugaz. Ahora, los más de 30 años de historia de esta sala vuelven a resurgir con una nueva inauguración.

HISTORIA DE LA RECUPERACIÓN. Se sabe que la bomba de los militares no logró terminar con el movimiento de Teatro Abierto, ya que con el apoyo del público, los autores, directores y actores volvieron a aparecer en menos de una semana y en una sala más grande, en plena Avenida Corrientes. Teatro Abierto duplicó la cantidad de espectadores y obtuvo la solidaridad de todo el medio cultural. Pero lo que sí logró esta bomba fue terminar con la historia del Picadero. Luego de años de abandono, en 2001 se reinauguró de la mano del director Hugo Midón, con inversión del empresario Lázaro Droznes, pero cerró sus puertas enseguida, acosado por la crisis. En 2006 fue comprado por una constructora, que intentó demoler el lugar para construir un edificio de viviendas, oficinas y locales comerciales. La ONG Basta de Demoler evitó esos planes, con el apoyo de la comunidad artística, y en 2008 el edificio fue declarado Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires por la Legislatura porteña, pero siguió cerrado. Recién el año pasado apareció la decisión y la inversión de Sebastián Blutrach –un reconocido productor teatral– para comprar la sala, renovarla y darle una nueva vida artística.

La nueva cara del Picadero incluye un restaurant con barra en la entrada, una sala con 290 butacas distribuidas en forma semicircular, como un anfiteatro y una gran terraza en la que se planean hacer funciones teatrales al aire libre, durante el verano.

El dueño: Sebastián Blutrach es hijo de productores teatrales. Sus padres, amigos de Carlos Rottemberg (otro referente de la producción teatral), comenzaron a montar obras en 1966 como La señorita de Tacna o El hombre elefante. Fueron dueños del Teatro Olimpia, donde se hacía La Malasangre de Griselda Gambaro, en un espacio que era un galpón. También administraron el Odeón, el Blanca Podestá y el Bauen. Impulsado por su madre, Blutrach comenzó a los 18 años, en España, con producciones teatrales. A los 28 años, volvió a Buenos Aires y se puso a trabajar. Su gran despegue fue cuando decidió montar en el Paseo La Plaza, junto con Pablo Kompel, El Método Grönholm, obra de gran repercusión. Después produjo otro éxito: Gorda, y comenzó a expandirse en producciones teatrales. En 2007 asumió la dirección artística y de programación del Teatro Metropolitan. Entre las obras que produce actualmente, se encuentran La última sesión de Freud y la exitosa Toc Toc.

Palabras de uno de los protagonistas: Por Roberto “Tito” Cossa. Dramaturgo.
En la madrugada del 6 de agosto de 1981 un atentado terrorista destruyó parcialmente el Teatro El Picadero. Vivíamos en los tiempos de una dictadura inhumana que ya había cometido las peores tropelías. ¿Qué había pasado? ¿ Por qué se atacaba a un teatro? Aún en los días más violentos y más crueles, los militares habían dejado funcionar a los teatros de arte. ¿Cúal era el motivo?.

Una semana antes de aquel día infausto se había iniciado en esta sala el ciclo Teatro Abierto, una cabalgata de 21 obras breves, dirigidas por 21 directores distintos y con la participación de más de cien actores. Los textos eran claramente críticos -como suelen ser los textos que se muestran en los teatros de arte- pero no provocativos; no más provocativos, al menos, de los que subían a escena en los años despiadados.

Lo que los militares no toleraron era que nos uniéramos. Ya antes de que se mostraran espectáculos, Teatro Abierto era visto por el mundo cultural como un acto de resistencia. Porque Teatro Abierto fue un hecho más político que teatral y el sentido político nacía de la propia esencia de un fenómeno que unía actores, autores y directores, veteranos y jóvenes, conocidos y desconocidos, que querían demostrar que el teatro estaba vivo.

Más de 30 años después se reabre el Teatro El Picadero. Otras son las circunstancias, otro el empresario que pone a funcionar la sala.

El mero hecho que la sala se haya recuperado es, para muchos de nosotros, una reivindicación. Pero, además, el joven Sebastián Blutrach no es indifirente a la historia. La sala transitará el camino de cualquier ámbito comercial, con éxitos y fracasos. Pero siempre quedará vivo en sus paredes el recuerdo de un fenómeno que se constituyó en el mayor referente de la resistencia cultural a la dictadura.

Fuente: Teatro El Picadero (boletín oficial) – Nota Tiempo Argentino, por Mercedes Méndez.



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